De
nuevo me tenéis aquí, escribiendo escopeteada, porque el tiempo vuela. Mañana
es, otra vez, viernes, ese día feliz que dispara el comienzo del fin de semana,
pero en el que expira el plazo de la entrega de mi historia y yo, francamente, no
he tenido tiempo de nada.
Quisiera
estirar las horas, los días...pero no es posible.
No
siempre es igual, porque, a veces, lanzas una frase al aire y luego la tarea es
sencilla, le vas dando hilo igual que a una
cometa y flipas al ver cómo sube y sube, se aleja y vuela feliz, como si
tú no intervinieses de manera real en el hecho de darle vida al relato. Son los
personajes los que buscan su autor y tú te crees Pirandello; pero otras
veces...
¡Qué
difícil y qué cuesta arriba se te presenta la tarea! Creo que el esfuerzo
desmedido crea un vacío en el intelecto: Nada que decir... ¡nada que hacer!
Esta
tarde he aprovechado que la primavera se ha abierto paso con violencia y el
calor atosiga, para venirme a la playa, y aquí, mal acomodada sobre la arena,
con el pequeño portátil sobre mi regazo, vencida por el calor, y tremendamente
desolada, tan sólo me siento aliviada al poder lanzar la vista a lo lejos,
sobre la línea azul verdosa del horizonte .Respiro hondo y lo intento de nuevo.
Nada.
No hay ideas. Mi mente se angustia al pensar que mañana expira el plazo que me
dio mi editor, y me lo dijo de modo taxativo:
-Si
para el día doce no está entregado, olvídate de cobra nada esta semana, y, como
me falles mucho te reemplazo. Hay montones de escritores que se lo tomarían más
en serio que tú, y bastante mejores...
Y
lo hará... Desde que encontré este pequeño trabajo en el periódico, para irme
ayudando, vivo ahogada por las fechas. Todos los viernes entrega puntual o no
hay paga.
Recuerdo
cuando el sueldecito de funcionaria me bastaba para todo, e incluso tenía
ahorrillos, para algún viaje o capricho, de vez en cuando. Después se quedó
estancado, mientras los precios subían disparados. Más tarde, empezó a
disminuir y luego, ni se sabe a dónde vamos a llegar.
Ya
me veo el fin de semana acercándome a casa de mis padres a pegarles otro sablazo,
que ya tiemblan cuando me ven aparecer, pero si no, es que no llego a fin de
mes... ¡Maldita crisis!
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