EL DESENGAÑO.


Sentía que una garra le atenazaba el pecho y no podía hacer nada por deshacerse de ella. En su fuero interno pensaba que era absurdo, sufrir así por una persona cuya imagen ni siquiera conocía, pero desde que le dieron la amarga noticia una honda pena le anegaba el alma. Aunque procuraba disimular tan bien como sabía, en su casa algo le notaban.

- ¿Qué te ocurre, Elisa?, estás como ausente, ¿has tenido algún problema en el trabajo?

- Que va, figuraciones tuyas, un poco cansada, eso es todo.

- Últimamente te acuestas demasiado tarde, muchas horas en el ordenador, no es bueno trabajar tanto, deberías descansar más…

Pero Elisa no trabajaba hasta tarde, sino que pasaba las horas con él –en realidad no sabía bien con quien-. Era alguien del que solo conocía su nick, su simpatía arrolladora, su buen humor y los sentimientos de los que le hablaba y que ella siempre creyó sinceros.

Recordaba emocionada la noche de su boda, todo preparado minuciosamente y con la misma ilusión que si se hubiese tratado de una boda en la vida real; hasta estaba nerviosa, cuidando los detalles, que no faltase la invitación a los amigos, ni el pastel ni el baile y a una hora lo suficientemente avanzada como para que en su casa todos –ajenos por completo al evento- durmiesen apaciblemente.

Fue poco después cuando ella lo supo; lo conocía tanto que en la manera de expresarse ya notó que algo no iba bien. Se le adivinaba triste y preocupado, pero se resistía a contárselo y ella tuvo que insistir mucho para lograr saber el motivo. Le confesó que estaba enfermo, mucho, y que el médico aquel día le había dado noticias nada alentadoras, le confesó cómo se había aferrado a esta segunda vida y a ella en particular para huir de su propia enfermedad, para sentirse lleno de salud y de dicha y acabó consolándola:

- Piensa que si un día falto, a ti deberé haber encontrado la felicidad en medio del dolor y además quiero que sepas que estimo más estos pocos meses de dicha contigo que toda una vida anodina sin haberte conocido.

Y de nuevo rompió a llorar ahora que nadie la veía. No hacía ni cuarenta y ocho horas que le habían dado la noticia: nunca más volvería a verlo, él había dejado de existir, nunca más se le iluminaría la cara con una amplia sonrisa al ver aparecer en el ángulo inferior izquierdo de su pantalla el mensaje: “Maknos Axon está conectado”.

Durante unas semanas no entró en Second Life, se acostaba antes de lo acostumbrado y no lograba conciliar el sueño, rememorando todo lo que habían hecho juntos, los lugares, las palabras, la casita llena de muebles que él construía y de adornos que ella buscaba con esmero para que estuviese acogedora… tantas horas juntos no se podían borrar así como así.
-La casa y el terreno… tengo que volver a entrar para borrarlo todo, quiero que todo desaparezca, será una manera de despedirme definitivamente –pensó- mañana volveré y todo quedará acabado.

Cerrarlo todo le llevó unos días, pensó que estaría bien poner el terreno a la venta una vez borrada la casa, de todas maneras, ¿para qué perderlo? O podría aprender a construir, para distraerse, cualquier cosa era mejor que dar vueltas sin fin en la cama hasta caer rendida por el sueño casi al amanecer.

Semanas después un amigo que lo había sido de ambos, le presentó a un newbie. Se llamaba Chess Casini y estaba tan perdido como ella cuando, hacía ya varios años, había comenzado en el juego.

- Ella es Elsi, y seguro que te ayuda, lleva años aquí, es experta, ya lo verás.

Y así, la figura de Chess, poco a poco fue borrando la sombra de su corazón y el recuerdo de Maknos. No sabía ni cómo ni por qué empezó ayudándole y acabaron yendo juntos a todas partes, ella disfrutaba deslumbrándolo con cosas nuevas, él aprendía rápido, tanto, que a veces la asombraba. Inteligente e ingenioso, además la hacía reír. A veces tenía la impresión de que lo conocía de toda la vida, a pesar de llevar con él sólo unas semanas.

Aquella tarde Elisa entró antes de lo acostumbrado, pensaba poner a campear a su avatar, unos cuantos lindens extra para algún caprichito. Buscó en su inventario algún landmark adecuado y se decidió por uno que ya conocía de otras veces

- Hay gente para todo, -estaban diciendo- lo que aquí no ocurra… Y el muy jeta se lo pasa divinamente y no mira si hace daño, sólo juega y se divierte. Sí, se inventa papeles, me han contado y les mete unas trolas a las chicas, si creo que hasta se casó en SL… y luego tuvo que hacerse el muerto, jajaja!

Elisa, - Elsi en SL- se acercó al grupo; no los conocía mucho, pero a veces los había visto allí, campeando y sus nombres le sonaban ligeramente, con uno de ellos se habían encontrado alguna vez en una disco, cuando ella aún iba con Maknos. Sí, ellos dos habían cruzado un saludo, pero a ella no se lo había presentado. Maknos, su amado. Recordar su nombre aún le helaba el corazón.

Ninguno reparó en ella, y siguieron hablando por el chat general.

- ¡Qué bien se lo monta el tío! Me dijo que para él esto es genial para matar el aburrimiento. Sí, el último nombre que se ha puesto dice que lo eligió porque significa ajedrez, el juego que, fuera de SL, es su pasión.

Elisa dio un respingo y palideció. No era posible. Ajedrez. Chess. Una boda. Fingir su muerte. Demasiadas coincidencias. Demasiado cruel. Pero no podía ser el mismo, no podían estar hablando de su Maknos, ni de Chess.Y ahora que lo pensaba, Maknos le había hablado de la estrategia del ajedrez, de la emoción de acorralar al adversario… ¿Y por qué la iba a buscar dos veces a ella misma?¿Para hacerle el doble de daño? O era tan inconsciente que no reparaba en el dolor auténtico y verdadero que le había causado con su muerte fingida, y ¿por qué, tras desaparecer, volvía a ella?.

Se teletransportó con celeridad para huir de allí y no seguir oyendo la conversación y también para que no notasen su presencia. Necesitaba pensar. ¿Podría seguir con él y con la duda? No. Le hablaría en cuanto entrase, aunque hiciese el ridículo, de todos modos Chess había a cientos en SL, y él siempre podría negarlo… En lo más recóndito de su subsconsciente ella deseaba con vehemencia que lo negase, quería volver a ponerse la venda en los ojos y disfrutar de nuevo de sus risas y de sus palabras que la acariciaban con ternura día a día.

Pasado un rato que se le antojó eterno, apareció la concisa frase en su pantalla sobre el rectángulo azul: “Chess Casini está conectado”.

Lo abordó valientemente, directa, sin concesiones, le explicó lo que había oído esa tarde y también la sensación de “déjà vu” que experimentaba a su lado tan a menudo, le preguntó sin ambages si era él su Maknos…

Y él no negó nada.

- ¿Por qué yo las dos veces?- preguntó anonadada, queriendo entender…

- Eras tan divertida y tan adorable, querida, que me reté a mí mismo, sólo quería saber si sería capaz de enamorarte una segunda vez, la emoción de empezar de nuevo, de conquistarte usando diferentes mañas, sin que te dieses cuenta que era la misma persona… no creas, era un reto difícil que me sedujo en cuanto se me ocurrió. Un aliciente en mi juego. ¿Para qué iba a cambiar? Tú me gustas mucho, me lo paso bien contigo, eres tan encantadora…

Elisa no respondió. Lentamente movió sus dedos hacia la crucecita blanca que cierra el programa y tras pulsarla entró en el panel de control de su ordenador, buscó en la lista de desinstalación de programas el icono de SL y lo oprimió, segura de sí misma y de que nunca más volvería a caer en aquel error, pero a la vez sintió que, muy dentro de ella, algo se había roto.
                                   
                              
                                                         

No hay comentarios:

Publicar un comentario