Caminaba por
la calle tan alegre que sus pequeños pies parecían no tocar el suelo. Ajena a
todo e inmersa en la felicidad que rebosaba, el camino a casa le parecía más
largo que otros días, tantas eran las ganas que tenía de llegar.
De vez en
cuando bajaba la mirada hacia la bella banda roja que cruzaba su pecho, había
conseguido aquel galardón por sus méritos, aplicación y buen comportamiento, y
su nombre ahora estaba escrito en el cuadro de honor en el pasillo del colegio,
con aquella caligrafía esmerada e impecable que sólo las monjas sabían hacer.
Giró la
última esquina y su pulso se aceleró aún más… al llegar al portal de su casa,
una vivienda antigua y vetusta, justo en el centro de la ciudad, se empinó de
puntillas como cada día para alcanzar el timbre, y acto seguido comprobó de
nuevo que la banda seguía en su sitio, se retocó el lazo que reposaba sobre el
su cadera izquierda, cuidadosamente, casi acariciándolo, y se dispuso a hacer
su entrada majestuosa y triunfante.
La casa, que
estaba compuesta de tres pisos, tenía al entrar un pequeño patio, revestido con
alegres azulejos de estilo andaluz, patio que era necesario cruzar a toda prisa
si no quería que mamá, que se había asomado para abrir la puerta, la viese
desde la galería y pudiese advertir el adorno que ostentaba, lo que hubiese
restado efecto a la aparición que pretendía efectuar.
Corrió pues
escaleras arriba, tan alborozada, que casi no podía respirar. Al entrar en la
vivienda se dirigió derecha a la cocina, donde su madre, vuelta de espaldas,
estaba entregada a sus labores domésticas.
- ¡Mamá,
mírame!
La madre se
volvió parsimoniosa y al ver la banda roja sobre el pecho de su hija, le
preguntó extrañada de dónde había sacado aquello que llevaba puesto.
- ¡Es la banda de honor del colegio, mamá, me la he ganado por haber sido este mes la mejor! ¡Me la ha puesto Sor Paz, la directora!
Siguió un
momento de silencio que le pareció eterno, ansiosa como estaba de recibir
felicitaciones y alabanzas.
- ¿En el
colegio te han puesto una banda de honor, por ser la mejor, después de dos
años? ¿En todo este tiempo, nunca has sido la mejor? ¡Vergüenza debería darte
de no haber traído esta banda cada mes…! ¿Y estás tan orgullosa sólo porque la
has conseguido en una ocasión?
E
ignorándola, después de decir esto, se dio la vuelta y siguió ocupada en sus
quehaceres.
La pequeña
marchó con paso cansino hasta su cuarto, casi arrastrando los pies. Cerró la
puerta, depositó con cuidado su bonita banda roja sobre la cama, la alisó una
vez más mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas y,
sintiéndose miserable, se acurrucó en un rincón y lloró tristemente el resto de
la tarde.
Qué bello y triste, Eratalia, pensar que existen padres así... Me encantó.
ResponderEliminarUn gran abrazo para ti