PESADILLA.

Caminaba con pasos apretados y ligeros, volviendo la vista atrás a intervalos frecuentes. Sentía como un aliento gélido en la nuca que no se alejaba de ella y ese era el motivo de que, una y otra vez, girase la cabeza para comprobar, por enésima vez, que nadie la seguía.
Observaba temerosa lo vacía que estaba la calle. La plaza que acababa de atravesar no estaba frecuentada por ningún viandante y, en cierto sentido, comenzaba a padecer agorafobia. El mero hecho de salir al exterior, de abandonar la calidez de su casa o, más bien, el reducto de su habitación, la hacía temblar como una inconsistente hoja zarandeada por el viento otoñal.
Pero se había obligado a sí misma a ser fuerte, a luchar contra aquella sensación álgida que la embargaba una y otra vez cuando marchaba, como ahora, por las solitarias y vacías calles de camino a su casa.
La hora, intempestiva, tampoco ayudaba. Aquel nuevo trabajo, al que había estado a punto de renunciar, la hacía permanecer demasiado tiempo fuera de su hogar, hasta mucho más tarde de lo que ella hubiese deseado. Pero los tiempos no estaban para permitirse el lujo de desdeñar ninguna oportunidad y aquí se hallaba, como cada noche, asustada, corriendo más que andando, por las recoletas calles que un día tras otro se veía precisada de atravesar.
La hojarasca, impelida por el aire que soplaba revoltoso, daba lugar a débiles murmullos, a rumores tenues, a voces inexistentes que la acompañaban en su temeroso caminar, y que eran el motivo de su constante e inquieto movimiento de cabeza.
Y, de pronto, las hojas arremolinadas se levantaron, aunándose entre sí, formando una figura, espectral, terrorífica, que se dilataba hacia lo alto, para luego inclinarse sobre ella y con múltiples brazos y múltiples bocas parecía querer abrazarla a la vez que le musitaba incoherencias junto a su oído.
No puedo resistirlo más, los nervios desatados, desencajada y pálida, se hallaba envuelta en aquel torbellino de hojas y sonidos, a punto de desfallecer, de dejarse arrastrar por la frenética oleada que la envolvía amenazando con devorarla.
Pero en medio del caos, un fuerte sonido la impactó. Una sirena con su estrepitosa alarma se acercaba, aquello iba a ser su salvación…

La sirena sonaba con ímpetu creciente, un sudor frío la envolvía, estaba casi petrificada cuando sus ojos se abrieron de par en par y quedaron mirando el techo sin saber muy bien qué estaba pasando, volvió a girar la cabeza y un objeto esférico de áspero sonido se recortó sobre su mesilla de noche y, aún sobrecogida por la angustia, reconoció el sonido estridente de su pequeño despertador.
Aquello era seguramente una señal… no iría a la entrevista de trabajo donde la esperaban, aquél trabajo de horario imposible que no la atraía en absoluto.
Pensó que merecía un descanso tras la turbulenta noche y, aliviada por haber tomado, al fin, una decisión, se dio la vuelta en su cálido lecho dispuesta a relajarse un rato más…

                                        



4 comentarios:

  1. Sabes?...siempre quise escribir relatos, pero nunca sé por donde emepzar.
    En cambio tú, escribes muy bien, además por lo que veo de pintar!!
    Mil besos Eratalia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus palabras... pero como verás, escribo pocos relatos, así como me pongo a hacer posía a una mosca que pasa, sin problemas, para buscar algo que contar... o son experiencias propias o historias que se me ocurren cuando alguien me cuenta algo que me llama la atención. Quizás el poema es más sencillo porque se acaba en un minuto... un relato es algo más difícil para mi. Gracias por dedicarme tanta atención. Mil besos.

      Eliminar
  2. Cesar R.10:20 p. m.

    Bello relato amiga!!!
    Y hermoso blog!!
    Mil besos...

    ResponderEliminar
  3. Carlos Alberto Rocha10:31 a. m.

    Fabuloso, otro mas de tus talentos que conocemos, atrapa de principio a fin, un gran placer leerlo una y otra vez, un abrazo

    ResponderEliminar